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Centenario de Manuel Zapata Olivella

Fotografía archivo de Nereo López- El Universal, de Cartagena, en marzo de 1995.

Su vida

Nació el 17 de marzo de 1920, en Lorica – Córdoba y fallece el 19 de noviembre de 2004 en la ciudad de Bogotá.  Desde su niñez estuvo interesado en la libertad universal que tienen las palabras para rescatar y trasmitir las vivencias de los hombres en el mundo, sus padres Edelmira Olivella, Antonio María Zapata y su hermana Delia Zapata Olivella influyeron en él un espíritu de lucha y su visión de jamás decaer frente a las dificultades que se presenten. Al parecer su palabra favorita fue libertad, ya que, es una palabra que está cargada de profundo sentimiento y emoción que quedó plasmada en cada una de sus obras literarias.


Hombre polifacético, con gran pasión por el conocimiento y la libertad de pensamiento: medico, antropólogo, folclorista y escritor considerado como el representante más importante de la literatura afrocolombiana.


Su sentido humanista, fue fundado y brotó al establecer su carrera de medicina que prontamente vinculó al espíritu aventurero de la antropología para describir con letras simbologías propias de su herencia cultural.

Su vida y obra constituyen parte importante de las letras y el folclor colombiano, su interés en la recuperación y dignificación de la raza negra e indígena provoca la difusión y promoción de los pueblos olvidados que son fuentes vivas de las expresiones culturales y que son a su vez los cimientos de nuestras raíces culturales.


El siguiente texto es la presentación del libro (Música y poesía de un pueblo colombiano), verificado por Manuel Zapata Olivella donde, se refiere con sus palabras la importancia que tiene este trabajo de investigación del profesor George List. Para la salvaguarda de nuestro patrimonio vivo.

PRESENTACIÓN

Con gran regocijo patriótico y profunda admiración al amigo, nos complacemos en presenta la obra” Music and Poetry in a Colombian Village” del profesor George List, cuya versión española por vez primera edita El Patronato Colombiano de Artes y Ciencias. Obra sustantiva e imprescindible en los departamentos de Antropología de nuestras universidades.

La importancia y trascendencia de los trabajos del profesor George List en Colombia, sobre la etnomusicología del litoral caribeño solamente es comparable con las contribuciones de Paul Rivert al estudio y conocimiento de la etnia y lenguaje de nuestras  comunidades indígenas, de la actitud empírica y romántica frente al gran acervo cultural tradicional, se pasó a la etnología a la etnohistoria, rescatando al hombre de los mitos, de las falsedades de los cronistas y de los poemas románticos, para incorporarlo como gestor de su milenaria cultura, todavía viva después de 500 años de desculturización.

Metódico, observador, analista, científico. George List llegó a Colombia interesado en conocer el mestizaje cultural operado en nuestros litorales, los cuales, por su geografía ístmica, fueron paso forzoso de migraciones prehispánicas, de conquistadores europeos y asentamientos africanos. A pesar del amplio horizonte histórico cultural, a George List solo le interesaba conocer lo que se bailaba, tocaba y cantaba en 1964 en algunos villorios de la Costa Caribe Colombiana. Algo específico y concreto, muy ligado a sus observaciones entre las comunidades indígenas de Norte América y sus estudios sobre la música de los pueblos de África Occidental.

Traía libreta de apuntes, grabadoras magnetofónicas, cámaras fotográficas, y desde luego, el suficiente español para preguntar y escuchar a sus entrevistados. Aunque poseía toda la información bibliográfica sobre nuestro folclor musical que había recogido en el Archivo de Música Tradicional de la Universidad de Indiana, en su biblioteca y otras fuentes numerosas, su mejor información constituía la experiencia de viejo investigador con gentes sorprendidas en la anterioridad de su vida cotidiana. Por eso, orientado por el doctor Joaquín Piñeros Corpas, a las pocas horas de haber llegado a Cartagena, ya estaba en camino hacia los pueblos circunvecinos. A Delia y a mí, “folcloristas”, nos tocó el papel de baquianos ansiosos de mostrar precisamente lo que, quizás, menos importaba al investigador norteamericano.

Cartagena, desde luego, le impuso una tregua en su afán de investigador rural.


La historia viviente de las murallas se mezclaba con el trajín callejero de los vendedores de lotería, los coches tirados por caballos famélicos y las palenqueras ofreciendo en venta sus frutas en las bateas que mantenían sobre sus nucas erectas.


Indudablemente para el ojo del etnomusicólogo mucho había que explorar en la ciudad, pero en su plan de trabajo, ceñido a un croquis que le trazaba su experiencia de investigador de pueblos, lo primordial era el instrumento musical, el informante, el músico, el bailarín y el abuelo apegados a su aldea, de espaldas a los traganíqueles, la radio y las cámaras de los turistas. Veinticuatro horas después el recién llegado, acompañado de mi hermana Delia recorría caminos que cada vez lo alejaban de las carreteras y de los ventorrillos donde se vendían artículos de la sociedad de consumo, mucho de ellos producidos en los Estados Unidos. Aunque él lo manifieste con recato y humildad, realmente fue un “descubridor” de Evitar, un caserío perdido en la encrucijada de la historia, naturalmente ausente de las guías turísticas y de los propios documentos bibliográficos de Cartagena.

Pues bien, aquí en Evitar, el etnomusicólogo George List inició sus primeras investigaciones que le permitirían ahondar en la genealogía de los hombres y los instrumentos musicales de nuestro litoral caribeño, iniciada en los primeros días de la conquista y colonización europea. Se trataba de dilucidar problemas fundamentales de la etnomusicología que suelen pasar inadvertidos a los folcloristas más atentos.

¿Cuáles fueron las vicisitudes de los intérpretes indígenas y africanos para constituirse en conjuntos que pudieran interpretar y reinterpretar la música surgía del mestizaje étnico y cultural bajo la esclavitud de los negros y servidumbre de los indios?

¿En qué circunstancias los primeros músicos pudieron transmitir sus experiencias a los hijos o a extraños para que los logros instrumentales armónicos y melódicos se transmitieran a los nuevos intérpretes de la misma o diferente etnia?

¿En qué forma a lo largo de estas complejas y cambiantes estructuras sociales que regían la vida de los indios, europeos y africanos, pudo configurarse y perpetuarse la tradición de los conjuntos musicales cuando los propios intérpretes no podían preservar su organización familiar?

Descubrir la dinámica de estos fenómenos en forma científica constituye la esencia de la etnomusicología. Desmenuzar los hilos del ovillo que oculta la madeja de cruces étnicos y culturales que subyacen en los ritmos musicales, en los instrumentos y bailes que reconocemos como expresiones folclóricas.

Estos fueron los primeros pasos que debió afrontar George List al llegar a la plaza de Evitar con sus arreos de investigador (cámaras, grabadoras libretas) observado por los habitantes negros del pueblo, que desde sus puertas y ventanas miraban con sorpresa la llegada de aquel extraño, acompañado de Eva, su mujer, y de mi hermana Delia. Una tribu de gitanos “gringos”,” turistas”, en fin, extraños a la pausada, escondida y nada trascendente vida cotidiana que se había repetido sin sobresaltos a lo largo de siglos. Una hora después, frente a las puertas de la familia Ospino, se iniciaba el diálogo que se había comenzado con los nombres del más anciano y de sus hijos, nietos y tataranietos. Sorpresa, guiños, risas expresaban su asombro ante los recién llegados que entremezclan al castellano vocablos en una lengua desconocida, y se interesaban por su pasado, costumbres y edades que nunca atrajeron la atención de propios ni de extraños.

Mientras tanto, George List, rodeado de niños, moscas y perros se esforzaba en registrar respuestas, interjecciones, silencios, preguntas, rico material étnico que lo conduciría al remoto pasado de los primeros africanos llegados al litoral.


Una historia viva y olvidada que recobraba su propia memoria con anécdotas que se repitieron de padres a hijos sin otro interés que llenar las horas de las largas noches de velorio, de la pesca, la siembra y el acareo de ganado.


Pasados varios días el investigador había elaborado la lista con los nombres de los informantes que en el pueblo habían tocado algún instrumento musical (dieciocho hombres y nueve mujeres). Eran los fundamentos que necesitaba el etnomusicólogo para confirmar o desechar hipótesis ajustándose al fenómeno observado. Una superestructura que reflejaba los subfondos de la tradición musical de la costa norte y seguramente de todo el ámbito caribeño.

En Evitar George List registró las notas de la mayor parte de los instrumentos fundamentales que conforman la organología de la música tradicional de nuestra costa: Conjunto de cumbia; conjuntos de gaita; de caña de millo; tambores de origen africano; bombo y guacho de hojalata, de influencia europea; maraca gigante indígena, palmetas, guacharaca, marimba o carángano (arco musical). etc.

Un largo proceso de préstamos, intercambios y acoplamientos de culturas en la vida colonial en la que unas y otras se vieron obligadas a mezclar sus expresiones folclóricas, aunque no forzosamente sus etnias. Es evidente que en Evitar, la mayor parte de sus habitantes son de origen africano, pero no por ello el ojo atento del investigador deja de descubrir trazos de la etnia y aculturación europea en los rostros, habla y vestidos. Otro tanto ocurre con la etnia indígena pero más discreta y tal vez perdida a través de los cruces. Algunos cabellos lacios. El labio delgado de una zamba, pero sobretodo la omnipresente constelación de la herencia indígena: plantas, tejidos, piedra de moler, flechas para la pesca y otros enseres.


La figura del “gringo” y su señora, siempre atenta a las necesidades del interrogatorio, grabaciones, fotografías y pilas, se convirtieron en personajes tan familiares como cualquiera de los interrogados.


Siempre presente la cohorte de niños y jóvenes; la abierta y respetuosa verbalización de los adultos de cuanto pensaban decir, decían y ejecutaban, y los comentarios de los curiosos, algunas veces interrumpiendo con sus gritos y carcajadas la grabación que meticulosamente procuraba obtener el etnólogo con la mayor nitidez y pureza.

Por las noches se grababan las canciones y rondas infantiles, décimas, “Canto de gallo”, bullerengue, danza de negro, etc. La nota indígena de la gaita, alta, melódica y quejumbrosa no se dejaba borrar por el altisonante percutir de los tambores africanos.

Estábamos, pues, en el epicentro de un largo y profuso dialogar de instrumentos que no solo hablaban su propia lengua, sino que a través del sincretismo aprendieron a expresar el sentimiento de las otras notas ya hermanadas en el nuevo idioma musical.

Fotografía del profesor George List en 1945, a los 34 años. Libraries.indiana.edu.

Las repetidas visitas que George List hizo a Evitar (1964,1965,1968,1970), siempre ahondando sus estudios sobre los mismos interpretes e instrumentos musicales, convirtieron a este pueblo un verdadero laboratorio para identificar los aportes culturales de las distintas etnias en el proceso de triaculturación de la música costeña. Indudablemente esta es la mayor contribución etnomusical que se haya hecho al estudio de nuestros aires tradicionales. Como dijimos al principio, estas investigaciones abren un nuevo horizonte a conocimiento e interpretación de nuestras expresiones musicales. De la fenomenología, historia y ejecución de los ritmos folclóricos- profuso ámbito en el cual se destacan ilustres investigadores nacionales- List ahonda en las infraestructuras sociales y culturales de las etnias indígena, europea y africana que conformaron la trama psico-social de los intercambios y sincretismos.

Desde el foco primario de Evitar, George List inicia una serie de pesquisas comprobatorias e otros lugares donde por diversas razones también se habían dado expresiones musicales similares: Cartagena, Soplaviento, Mahates, Palenque, Lorica, Sabananueva, El Carito, Montería, Sincelejo, Pasacaballo, Bocachica, Islas del Rosario, Sabanalarga, Atánquez y la Sierra Nevada de Santa Marta.

En Palenque de San Basilio se encontraban las tradiciones más antiguas de los cantos funerales (lumbalú): un ejecutante del arco musical y la lengua cimarrona, expresadora de los sentimientos y actitudes de los primeros africanos. Fama tenía San Jacinto (Bolívar), de ser cuna de los mejores intérpretes de las gaitas indígenas. A ello se agrega la maestría en la ejecución de los tambores de origen africano y el caudaloso acervo español de las décimas, coplas y canciones de vaquería. Soplaviento estuvo detrás del conjunto de cumbia y los cantos de bullerengue en una población triétnica; por las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Atánquez, grabó los cantos de los Kogis acompañándose de sus gaitas cortas (pitos de Carrizo) y pequeñas maracas. Las décimas, coplas, y cuentos totémicos, etc., lo llevaron a visitar los pueblos de las márgenes del rio Sinú, cuya supervivencia estaban ligadas a otras manifestaciones españolas como lo son las bandas de instrumentos de viento.

Para registrar algunos de los aires musicales con la mayor nitidez posible, llevó a Cartagena varios de los conjuntos ya entrevistados. De igual modo hizo grabaciones de la marímbula de origen antillano, ejecutada por un miembro de la comunidad de Palenque de San Basilio. De éstas y otras experiencias nos habla George List en capítulos que recogen sus cavilaciones de investigador frente al riquísimo material que fluía a su paso.

Desde luego, el mayor tiempo empleado en sus investigaciones transcurrió en el Archivo de Música Tradicional de la Universidad de Indiana. Blomington, donde pudo en largas jornadas revisar la riqueza de los fenómenos observados en Colombia a la luz de los registrados en África y América. Sin detenernos en esta labor de análisis y confrontación de muchos años no podríamos evaluar en profundidad las conclusiones a las que llegó después.

Apreciaciones que nos entrega en forma sencilla y esquemática pero que recogen muchos desvelos y agudos análisis etnomusicales; estructura estrófica, metro del pulso repetitivo; implicaciones armónicas  de los modelos tonales; confección de instrumentos melódicos, rítmicos, percusivos e idiófonos; unidades melódicas análogas; relaciones disyuntivas y aditivas; ciclos polimétricos; coordinación del acento verbal y musical; fraseo superposición en los modelos de llamada y respuesta; gradación en la organización de los conjuntos: tesituras melódicas; modelos de repetición y variación en el texto y melodía; e hipótesis sobre la dinámica de las culturas yuxtapuestas.

Autor de artículo: Manuel Zapata Olivella.

2 comentarios de “Centenario de Manuel Zapata Olivella

  1. Arminio del Cristo Mestra Osorio dice:

    Un homenaje a todo un personaje de la Gran cultura Caribe. Un documento que al menos debe ser leído por gestores
    culturales,periodistas, literatos. Un reconocimiento más que merecido y también es una invitación para que este pueblo colombiano lea y conozca al autor y su obra literaria. Manuel Zapata no ha sido leído tal como debe leerse un gran escritor. Unos medios de información que en este año debieran tener una seccion dedicada a quien llevó a conocer a Gabo lo que era vender libros y para la capacidad de asombro se le engrandeciera. Ni la radio ni la televisión errática de este pais le apuestan a este hecho. Qué precio tiene el libro.

    • Patronato Colombiano de Artes y Ciencias dice:

      Hola Arminio del Cristo Mestra Osorio, nos alegra saber que estás entusiasmado y que haces parte de quienes valoramos y difundimos el valor de los portadores del folclor colombiano. Este artículo trata de un prólogo que el folclorista Manuel Zapata Olivella hace a la investigación del Profesor George List, en el siguiente enlace podrás encontrar como poder adquirir por medio de nuestra tienda online este interesante material. Música y Poesía en un Pueblo Colombiano – George List

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